A pesar de los muchos milenios transcurridos, las generaciones anteriores por entero se han interesado por la misteriosa y desconocida Atlántida, en honor a la cual multitud de poetas y trovadores han compuesto hermosos himnos y poemas, glorificando la hazaña de los héroes atlantes.
Grecia y Roma no comprendieron y desacreditaron, en realidad, la Atlántida, en lo mítico de sus libros y cultos, al presentar el gran fenómeno como un paganismo vulgar.
Juan de San Grial, pensador eminente de actualidad, destaca este fenómeno histórico de una manera nueva : la de la revelación divina. La Atlántida es una civilización pura que llegó a la perfección en todas sus esferas de actividad vital –afirma. Los atlantes aparecen como prototipos de las grandes personalidades históricas que influyeron cardinalmente en los destinos de la humanidad. Apolo es el Cristo atlántico, su madre es la perseguida, la Teoengendradora de la Atlántida. La hija del amor, Afrodita, viene al mundo de la espuma del mar. Prometeo - el apóstol ardiente del amor-Minné.
Juan de San Grial manifiesta la Atlántida como la civilización en la cual se cumplió el triunfo del Principio inmaculado sobre el Inicio adversario, malvado. En todos los tiempos el Inicio inmaculado resistía al Principio del mal, personificado en la imagen del príncipe de este mundo, cuyo poder se apoya en la usurpación, la concupiscencia y el materialismo.
Esta oposición ha tomado las formas más diversas dentro de las diferentes culturas y escuelas religiosas, pero en cualquier época existió siempre una rama de la espiritualidad verdadera que poseía un excelente conocimiento del semblante auténtico de la divinidad. Así fue en la antigua Babilonia y en Egipto, también en la legendaria Atlántida, que ha dejado recuerdo para siempre en la cultura de la Hélade.
Las relaciones entre la gente en la Atlántida eran construidas por las leyes universales de la sabiduría. La base de la vida era el amor. No el amor carnal, propio de las civilizaciónes viciosas, sino el amor - Minné. Minné es el ideal del amor superior. Los corazones de la gente fueron extasiados con tal fuerza del amor-Мinné que el vicio era imposible, y la maldad era inoportuna.
La civilización moderna – cree Juan de San Grial – se ha alejado catastróficamente de Minné. El amor-Minné está fundamentado en el arquetipo del ser humano. Cuanto más se aleja la humanidad de su arquetipo, más evidentemente se muestra el mal sobre la tierra y se multiplica.
En todos los siglos la tierra fue visitada por los mensajeros de Minné. Pero cada vez se encontraban los inquisidores desacreditando a los ungidos, declarándolos locos, ‘herejes’, “corrompidos” y prohibían, a fin de cuentas, el mensaje sobre la Minné. De costumbre estos “prohibidores”, implantaban en las religiones y en los países, la ideología del miedo, la cual como ellos decían, era imprescindible para poder dirigir a las masas. Ellos tienen miedo mortal a Minné.
La sociedad de los atlantes estaba encabezada por los ancianos blancos, los arcontes solares, que hallaron en la tierra escalones de las divinidades personificadas. Sus semblantes brillaban más que el sol, poseían los grandes misterios de la senda espiritual, seguían los ideales del supremo amor, obraban milagros. A ellos les fue dado determinar los destinos del mundo, dirigir los procesos terrestres y espirituales. Poseían el poder sobre los elementos, se comunicaban con los pájaros, los animales y las hierbas en su propio lenguaje.
Les fue dado contemplar la divinidad superior con sus propios ojos, estar en diálogo con ella. Los ancianos-sabios tenían las llaves de las esferas celestes y subterráneas, poseían los misterios del origen del mundo y del hombre. Ellos daban los votos de la virginidad eterna y renunciaban a cualquier poder que no fuera el poder del amor.
Sobre ellos habitaba el espíritu divino del amor y la sabiduría. Los ancianos eran venerados como la encarnación de la divinidad en la tierra, cada palabra suya era sagrada e inalterable. En su mayor parte, en oración incesante y en contemplación. Muchos de ellos podían vivir sobre la tierra cientos de miles de años, alcanzando el escalón de la inmortalidad.
La Atlántida fue un oasis de gente asombrosa, extraordinaria, el rasgo distintivo de la cual fue la bondad increíble, la tranquilidad y el amor abundante. Ellos se relacionaban con el mismo respeto hacia la persona, que hacia Dios. La “gente celeste”, así les llamaban los que les rodeaban.
Bajo la dirección de los ancianos blancos, los atlantes llegaban a altísimos escalones de la espiritualidad, se envolvían con cuerpos inmortales, podían ascender a los cielos, regresar a la tierra, consagrar los espacios, curar las enfermedades mortales, resucitar de entre los muertos. Todos los milagros que ellos obraban, no se cumplían por unas prácticas ocultistas o mágicas, sino exclusivamente por la fuerza del amor supremo.
Los sabios de la Atlántida enseñaban que el ser humano es una divinidad de origen celeste engendrada de la última gota del amor del Padre. A pesar de la corrupcion por el pecado y el error, el hombre posee un inagotable potencial de amor, que sólo puede ser abrierto por los ancianos-ungidos, poseedores del Don del amor-Minné.
Juan de San Grial anuncia proféticamente la venida de la época de la nueva Atlántida – la civilización que rendirá honor en igual grado a la divinidad… En esta civilización no habrá lugar para las guerras, las enfermedades ni mal alguno, sino que para los corazones, por toda la tierra reinará el amor supremo.