Está marcado por un don particular: recibir revelaciónes de las esferas sobrecelestiales y de las profundidades infernales. Con el oído profético oye las voces de los difuntos y de las generaciones venideras. Los ángeles y los santos se aconsejan con él. Su corazón guarda resonancias de 84 civilizaciónes ya existidas y saluda el acercamiento de la civilización 85, la gran civilización del divino amor. Él es su primer mensajero en la tierra.
La Sabiduría Divina en una de sus ascensiones le dió el derecho de nombrarse Beato, como signo de ser iniciado en el misterio del divino amor y la vida eterna. No de oídas conoce los misterios del Santo Grial. Los grandes caballeros del Cáliz le han llamado su heredero.
Ascendiendo a las cumbres pirenaicas donde se han guardado los castillos cátaros antiguos, visitando el Monte del Ruiseñor cerca de las ruinas de Efeso (lugar del último refugio terrenal de la Virgen Maria), Juan de San Grial recibe las revelaciónes de la Minné – del amor tan grande y puro que no existe en la tierra. Él es profeta y apóstol de este amor que en otros tiempos iluminó los terrenos de Languedoc y de la Gran Catalunya con la enseñanza luminosa de los Cátaros. Juan de San Grial es el heredero directo y sucesor de los Perfectos cátaros. En su personalidad se ha unido la tradición espiritual de Occidente y de Oriente que procede de Cristo a través de María Magdalena y del apóstol Andrés el Primer Llamado. El Gólgota de Montsegur de los Cátaros dialoga en su corazón y en sus libros con el Gólgota Solovkiano de los mártires del Gulag ruso. La luz en las tinieblas no se apaga sino arde más viva. El Grial vuelve nuevamente a los que lo buscan.
En la época de la decadencia de la fe y de la crisis de espiritualidad, Juan de San Grial propone una concepción valiente de la nueva gnosis divina, el camino de ver a Dios con ojos propios, la imagen inspirada de una civilización de vírgenes y poetas, la imagen del hombre transfigurado, restablecido en su potencial divino.
La fuerza de Juan de San Grial está en esta praxis originalmente cátara del cristianismo auténtico. No es un simple maestro, sino el instructor del camino, el vidente arcano de las profundidades del corazón. Su rostro transfigurado resplandece con la luz, con la cual también se iluminan todos a su alrededor. Y aunque él tiene mucho que sufrir, la bienaventuranza del amor celestial nunca le deja, y es el amor que obra milagros, curando enfermedades incurables, provocando los derrames sobrenaturales del mirró (aceite emanado por las reliquias de los verdaderos santos) y fragancias increíbles.
En el siglo XIV, el último de los Perfectos cátaros, Guilhem de Bélibaste, subió a la hoguera. Según lo que dice la leyenda, sus últimas palabras fueron: ‘A partir de 700 años el laurel reverdecerá.’