Guan Min simboliza el puro Tao, pero hay que
enamorarse de este paradójico Tao, para rechazar el materialismo, el
racionalismo, los argumentos racionales, la justificación del mal y del mundo.
Ponerse los atuendos de la filosofía del Tao,
hacerse discípulo y maestro del Tao, es bodhisatvicidad. Es un término nuevo,
ya que Guan Min desprende el aroma del Tao. Ella es la superante. Como
bodhisattva, pasó el carro de los mundos obscuros. Venció al príncipe de este
mundo. Por eso, bajo sus pies está el dragón. Y con ayuda de una sugerencia de
Sofía (sabia): más positividad, no tanta negatividad de la experiencia ascética
y de las renuncias, cuanto por sus sellos graciosos, por su presencia, por su
manifestación.
Por eso en sus atuendos vemos cuerdas: como
timonel del barco, ella ayuda a los que se hunden, para que no se ahoguen. Saca
a los suicidas que ya se han arrojado al abismo.
¡La bodhisatvicidad es tan importante para la
divinización del hombre! porque la 85ª se constituirá con ayuda de Guan Min,
que ayuda a subir por la escalera de los bodhisattvas.
Bodh viene de Budha (despertar), es decir,
esclarecimiento. Ella da una sobreiluminación iluminadora, que en lenguaje
budista se llama esclarecimiento[1].
Ella enseña cómo liberarse. Este término no existe en el cristianismo, ya que
no es posible liberarse ni del yugo del orden de este mundo, profesando el
símbolo niceo[2] de
Constantinopla. No es posible liberarse del príncipe de este mundo, de sus
atracciones magnéticas y trampas, creyendo en el príncipe de este mundo.
A medida que se asciende por la escalera
bodhisátvica, aumenta la soledad, el desierto. Por fin llega una crisis
profunda: ¡no, no es posible, lo que quiero es imposible! ¿dónde está este Tao?
¡dadme la llave dorada! ¿cómo liberarme del orden de este mundo estando en el
mundo? ¿cómo hacerme habitante terrenal despierto, siendo condenado a cadena perpetua en la tierra, como un preso de esta red de
campos de concentración? No me ayudan las profundidad de la catarsis, ni la
conversación recóndita, ni la confesión, ni las lágrimas, ni el
arrepentimiento, nada me ayuda. He pasado 25, 50 años, y nada me ayuda: se ha
profundizado, me hundo cada vez más, y cuanto más me quiero liberar de las
leyes de este mundo, más firmemente me mantienen. Esta es la verdad real a la
cual se enfrenten las almas.
Y luego el tercer esclarecimiento: a solas no
se puede uno liberar. Hay que tener un amigo, un maestro, un padre cerca, una
madre. El bodhisattva no tiene sexo, él es un padre y una madre a la vez, un
hermano y una hermana. Hay que tener un
anciano, una anciana. Y aquí aparece la bodhisattva de los bodhisattvas. Es la
preceptora, la Reina de las reinas. Cristo es rey de los ungidos. ¿Quién es
Guan Min? es la Reina de los bodhisattvas, es la madre de todos los
esclarecidos y nacidos por segunda vez. Es el vivo santo Grial. En sus manos
está el jarro con los aceites mírricos y el cáliz, simbolizando el seno de la divina
Madre del segundo nacimiento. Es la Madre del segundo nacimiento de las
divinidades y de los bodhisattvas, que es como un puente de arco iris entre
Dios y el hombre. Este segundo nacimiento no es posible sin esta
bodhisatvicidad, sin este camino del Tao, de las paradojas completas, sin ser paradójico.
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